Cómo se condena a Inocentes (I): La rueda de reconocimiento

Esteban Abogados, los mejores Abogados Penalistas de Barcelona.

Por Marco Esteban
Abogado Penalista

Entre los diversos mecanismos que en el sistema penal favorecen la condena de inocentes se encuentra la rueda de reconocimiento. Como la prisión, es una solución arcaica que sigue plenamente vigente porque no hemos encontrado nada mejor para reemplazarla. Consiste en un reconocimiento visual por parte del testigo de un delito a través de un cristal unidireccional a cinco o seis ciudadanos, entre los cuales se coloca a un sospechoso. Si el testigo señala al sospechoso como el autor del delito, este reconocimiento positivo pesará sobre éste como una losa e incrementará la probabilidad de que sea condenado en sentencia. Si el testigo no le reconoce, sus posibilidades de salir absuelto aumentarán bastante.

Los testigos se equivocan e identifican a quien no ha cometido el delito en proporciones asombrosas, que pueden alcanzar hasta el 70% de los casos. Esto sucede porque el reconocimiento en rueda tiene sesgos inherentes que llevan indefectiblemente al error. Pensamos equivocadamente que memorizamos las cosas mejor de lo realmente lo hacemos. Nuestra memoria no funciona como un disco duro, sino como un órgano biológico que cada vez que recuerda reconstruye de nuevo el recuerdo con variaciones acumulativas interesadas e inconscientes.

Frecuentemente he solicitado, en la práctica de las ruedas a las que debo asistir como abogado, que se le advirtiera al testigo de que el autor del delito podría no estar entre los integrantes de la rueda. Esta advertencia es muy importante y muchas veces no se efectúa. Si el testigo, que suele ser también la víctima de delito, asume que el autor de los hechos está en la rueda, tiende a realizar una identificación por descarte: selecciona como el culpable a quien se parece más a la imagen que tiene en mente del delincuente. Por el contrario, si el testigo tiene claro que no necesariamente el autor de los hechos se encuentra en la rueda, seleccionaría al presunto culpable por comparación directa con la visión que tiene en la cabeza. Negaría entonces reconocer a nadie en el caso de que no hubiera coincidencia. El resultado sería que irían menos inocentes a la cárcel.

De hecho, durante los últimos siglos el sistema penal no ha querido realizar casi ninguna mejora relevante en el modo de realizar las ruedas de reconocimiento. ¿Por qué? Porque la sociedad no podría soportar el alto índice de absoluciones que comportaría. Una de estas mejoras sería la implantación de la doble rueda. De esta manera, la primera de las dos ruedas se haría con el sospechoso ausente de ella. Como la mayoría de veces el testigo elige a una persona de la rueda, la segunda rueda con el sospechoso presente ya no tendría lugar, ya que el testigo habría elegido a la persona equivocada previamente y, aunque identificara posteriormente al sospechoso, su credibilidad testifical ya había quedado minada y el resultado más probable del proceso penal, en ausencia de otras evidencias de peso, sería la absolución del acusado.

Me dirán que si estableciésemos el mecanismo de doble rueda muchos culpables quedarían sin castigo y seguirían libres para cometer nuevos delitos. Cierto. La respuesta es que, tal como se llevan a cabo actualmente las ruedas, hay inocentes que son condenados y culpables que siguen cometiendo delitos mientras otros pagan por ellos. Además, en ocasiones puede descubrirse posteriormente al verdadero culpable. Y al dolor de la víctima del delito se añadirá un nuevo dolor, el de ser consciente de que su identificación errónea llevó a un inocente a prisión durante años. Piensen en esto cuando sean convocados como testigos a una rueda de reconocimiento y no se dejen llevar por los comprensibles sentimientos de rabia y venganza. Es muy difícil tener esto en cuenta si le han robado su sueldo mensual con el que tenía que pagar la hipoteca o ser desahuciado, han violado a su hija o asesinado a su hermano. Soy consciente y he visto muchas veces el insoportable sufrimiento de las víctimas. No se las puede culpar nunca a ellas, sino a los defectos del procedimiento penal de identificación.

Existe una clara división entre los que piensan que es mejor que algunos inocentes sean culpados si así se atrapa a los delincuentes y aquellos que consideran la condena del inocente como inaceptable, por más responsables del delito que se libren. A opinión pública cada vez le importan menos las condenas de inocentes, ante todo porque piensan que ellos y su familia nunca estarán entre los injustamente condenados.